26/6/11

DESPEDIDA A LA AUSENTE

Miguel Molina Díaz

Amanece a través de la ventana
y pienso en que hace poco te vi a lo lejos.
La brisa helada del alba me congela
y es como tocar tus manos diminutas
mientras escucho a un gallo
anunciar el nuevo día.

Los rayos del sol me iluminan.
Ya no hay oscuridad. Solo silencio.
La evidencia de tu ausencia
me hace rememorar la blancura
de tu espalda infinita.
¿Y tu cintura? ¿Y tus muslos?
¿Y esa mirada tuya que no
he vuelto a ver desde aquel ocaso?

El amanecer me lo comprueba:
no volveré a besar tu frente.
Pero guarda, infinita,
los besos que te di.
Y toda esa poesía de fuego
que, iluso y espontaneo, te dediqué.
No puedo despedirme de ti.

Parto a tierras muy lejanas
para recuperar la ilusión
y no sé si volveré.
Me duele dejar en tu piel
la mitad de mi vida.
Me duele no haberme despedido
de tu presencia pero tu ausencia
confirma tu paso por mis ojos.

Adiós montañas verdes
y cordilleras en que te soñé.
Dejo atrás los lagos en que
te reflejabas desnuda y lisa.
No volveré a ver tus senos,
cálidos y vastos,
en donde reconfortaba mis deseos
y tus pezones frutales
no socorrerán más mi cuerpo solitario.

Dejo esta ciudad de convento
que me negó la posibilidad de tu mirada.
Las funestas iglesias coloniales
no sabrán nuevamente del poeta
quién recorrió los confines del mundo
para traerte un rosario y un collar,
que probablemente ya perdiste.

Antes viajaba despedazado
y con tu nombre impregnado en mis labios.
Ahora no te llevaré conmigo a donde vaya.
Te dejo. Salgo sin remedio de tu vida.
Solo Borges me recordará
que aún existes en algún lugar.
Ojala vuelvas a volar un día.
Ojala alcances con felicidad los sueños maravillosos
en los que nunca me incluiste.

El día es absolutamente caluroso
y el cielo azul está despejado.
Pronto partiré a lejanas tierras
para encontrarme con mi futuro.
Te dejo mi último destello de esperanza.
Y una vez más, frente al horizonte,
pronuncio, por última vez, tu nombre.
Adiós, ausencia de mi vida.

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