12/4/11

POSIBILIDADES HISTÓRICO-POÉTICAS

Miguel Molina Díaz

Aquellos que lleguen a tener memoria de estos días
serán quienes repetirán nuestro nombres periódicamente
con esa clarividencia de las palabras prometidas
los gestos detenidos en el tiempo
miradas para siempre perdidas en un instante.

Nosotros, algo conscientes a pesar del paso del tiempo,
no podremos olvidar,
abrir las puertas a una amnesia motivada.
Mejor preguntarnos ¿que habría sido de todo esto?
si hubiésemos juntado nuestras corrientes
en circunstancias menos contemporáneas
(o post-contemporáneas?)
Tal vez en algún país donde todavía sirva de algo la filosofía
o en alguna ciudad que tuviese playa.

Seguro si nos hubiésemos conocido en la costa
las cosas hubiesen sido diferentes
(No es lo mismo la arena del desierto que la arena de la playa:
En la costa la brisa es húmeda
no hay ese sabor a soledad persistente
sino solamente el recuerdo de tu piel y su temperatura.)

Entonces:
No hay sentido en seguir llevando la cuenta de los días en que no nos hemos visto.
Hace mucho que no sueño con escribirte mil poemas en un amanecer
sino que en medio de esta tormenta
tus imágenes arriban desde un pasado muy antiguo
tanto que me surgen muchas dudas.

Escucho esa concordancia de silabas poco ortodoxas
que inexplicablemente juntas conforman tu irrepetible nombre
aquel por mi boca invocado tantas veces
como si mis labios solo existiesen para pronunciarte.

En consecuencia dudas y dudas surgen
me invaden hasta el punto de una rítmica ansiedad
y me pregunto si dos amantes similares a nosotros
vivieron para vivirse mutuamente en la arcaica Mesopotamia
o quizá se besaron inapelablemente
(3500 años antes de Cristo)
bajo la sombra de las pirámides egipcias
ocultados por su inmensidad faraónica.

Mi pregunta es si nosotros existimos en otro tiempo
si es que nos conocimos en otra época
y si es que fue posible amarnos entonces?

Tal vez, quién sabe, fui alumno de Platón en Grecia
y tú, una musa despampanante e inspiradora (amiga de Eurídice?)
Hubiésemos huido al Peloponeso para amarnos olímpicamente
a menos que yo haya sido solo un esclavo.

Si hubiésemos existido bajo el esplendor de Roma
seguro tú te habrías llamado Plotina y yo Marcus.
(Tan solo por tener nombres clásicos)
Tu declaración hubiese sido mi más gloriosa sentencia:
“Uti tu Marcus et ego Plotina”
y así hubiese sido hasta la muerte.

Pero no tengo ninguna certeza de que pertenezcamos a otros tiempos
de que estemos equivocadamente perdidos
en este siglo de reggaeton y facebook.
No sé si fuiste una jovencita aristócrata
y yo uno de los revolucionarios que tomaron la Bastilla
para desmantelar el antiguo régimen.

O puede ser también: solo fuimos personajes de una novela.
(Pudiste haber sido la chica efervescente del Nombre de la Rosa
y yo solo un pupilo-personaje creado por Humberto Eco)

Sinceramente,
preferiría para el pasado que anhelo construirte
que simplemente nos hubiésemos conocido
como indios aborígenes americanos
pre-colombinos
si es posible paleolíticos
y dejar a rienda suelta el instinto
arrebatarnos nuestros cuerpos el uno al otro
donarnos en medio de la selva virgen
como paganos.

Eso es todo,
hasta aquí llega mi capacidad de ¿imaginar?
tus vidas conmigo y mis vidas sintigo
sin acudir a regresiones parasicológicas.
Por tanto: no habrá futuro.

Divago en un cumulo sorprendente de recuerdos insaciables,
navego en la incertidumbre iracunda de lo irreal
y en las cortaduras de tantos resentimientos.

Tal vez existimos en el futuro
Tal vez existiremos en el pasado
o más específicamente:
no estuvimos juntos en ningún tiempo.

(No es cierto,
en tus ojos está escrito un poema
evidencia de que alguna vez nos conocimos,
en otra vida,
en otro mundo.)

Ahora cállate,
cierra la puerta, olvídate de la escritura
y déjame quedarme mudo.

Pronto huiré a Jerusalén.

En el presente estamos perdidos.

Silenciados.

Prohibidos.

Reencarnados.


2 comentarios: